España sigue muy atrasada en las políticas contra el tabaquismo. Si Carlos Gardel tuviese que cantar hoy en día el famoso tango, seguro que cambiaría «fumar» por la palabra «vapear», y el estribillo sería más bien «vapeando espero a la que tanto quiero». Solo que, en este caso, la canción sonaría a un grito desesperado de la población pidiendo unas políticas antitabaco del Siglo XXI, que incluyan por fin las estrategias de reducción de daños en su orden del día.
Unas 20.000 personas al año dejan el tabaco en el Reino Unido con un simple gesto: apagar el cigarro y encender el cigarrillo electrónico. No es un gesto complicado. No requiere un mechero ni un paquete con 20 filtros, solo una batería y un líquido con una solución de nicotina. No hay tabaco, no hay combustión y no hay humo, solo vapor y un 95% menos de riesgos que al consumir tabaco.

Y mientras tanto en España, pues eso, vapeando se espera. Porque parece que estamos destinados a esperar y esperar a que las autoridades sanitarias se den cuenta de que, en los últimos años, el mundo ha evolucionado hasta dar con el arma definitiva para combatir el tabaquismo: el cigarrillo electrónico.

El pasado 15 de febrero, la Comisión de Salud Pública del Consejo Interterritorial, un órgano presidido por el Ministerio de Sanidad, decidió, llevada por un alarmismo infundado impropio de la comunidad científica, desaconsejar el uso del cigarrillo electrónico, desoyendo los cientos de estudios y evidencias científicas que apuntan precisamente a que este dispositivo es una herramienta eficaz en la lucha contra el tabaquismo. Para más despropósito, la Comisión de Salud Pública hace esta recomendación por las buenas, sin evidencia científica que respalde su decisión. No citan estudio alguno, ni conclusiones de ningún informe. Y eso que, casualmente, la semana anterior a este comunicado, el Ministerio de Sanidad británico publicó un informe independiente elaborado por dos universidades de prestigio asegurando que el cigarrillo electrónico es un 95% menos nocivo que el tabaco, que no es una puerta de entrada al consumo de tabaco para los menores y que su eficacia para dejar de fumar queda probada en las más de 20.000 personas que al año dejan el tabaco en Reino Unido gracias a estos dispositivos, acelerando de manera significativa la caída de las tasas de tabaquismo en este país. En Estados Unidos, la FDA y la American Cancer Society también apoyan el consumo de nicotina mediante estos dispositivos para aquellos fumadores que no pueden o no quieren dejar de fumar. Mientras tanto, Canadá estudia cómo incorporarlos a su estrategia contra el tabaquismo, algo que también han decidido hacer Suiza, Noruega y Nueva Zelanda, entre otros.

Sin embargo, en España, las autoridades sanitarias no dejan de demostrar que están obsoletas, que no tienen ningún interés en abrir los ojos a la innovación para solucionar los problemas de las 52.000 personas que al año mueren en España por enfermedades asociadas al tabaquismo. La realidad no es sencilla pues mueren 7 millones de personas al año por culpa del tabaco. Si eres parte del 28% de la población española que todavía fuma y no sabe cómo dejarlo, las alternativas que te da el sistema de sanidad español no son muy alentadoras.

Hasta que las autoridades sanitarias no abran los ojos al uso de alternativas que permitan a los fumadores consumir nicotina de una manera menos nociva que el tabaco y se decidan por estrategias de reducción de daños, España seguirá en el inmovilismo en políticas contra el tabaquismo y cada vez más en el vagón de cola de la UE contra esta enfermedad.

Autor: Carmen Escrig

Fuente: http://www.eleconomista.es/firmas/noticias/9030778/03/18/El-vapor-una-solucion-contra-el-tabaco.html

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